Todos en alguna ocasión hemos observado a un niño disfrutar durante largo rato con algo tan simple como una caja teniendo a su disposición multitud de juguetes de diferentes colores, tamaños, con luces, sonidos… Y esto se debe a que en muchas ocasiones, estos juguetes tan sofisticados les obligan a jugar con ellos de una manera específica, sin dar opción a variaciones o a dejar volar la imaginación. Por ello, cuando les ofrecemos materiales no estructurados como tubos de cartón, telas, conchas o anillas de madera, su imaginación comienza a funcionar y acaban encontrando propiedades a estos objetos que nosotros como adultos no nos habíamos parado a observar. Un tubo de cartón puede convertirse en un cohete, en un patinete o incluso en un biberón, y es esta versatilidad la que llama la atención del niño, le cautiva y le invita a descubrir durante largos periodos de tiempo.